Turquía y México: dos destinos

El reciente proceso electoral en Turquía está dejando importantes lecciones para México. Destaca la unidad de la oposición el desafío de superar a un régimen autoritario.

Las elecciones celebradas en Turquía hace unos días son importantes por más de un motivo. No sólo está en juego el futuro del país que ocupa casi en su integridad la península de Anatolia y que es miembro de la OTAN y del G20, sino que el resultado determinará el porvenir de la más importante división de nuestros tiempos: la disputa ideológica, política y económica entre la democracia liberal y los populismos autoritarios del siglo XXI.

Los electores en Turquía se enfrentaron a una elección fundamental: elegir como presidente a Kemal Kılıçdaroğlu, candidato de la oposición democrática integrada por seis partidos o conservar a Recep Tayyin Erdoğan, que ha gobernado de manera autoritaria el país por alrededor de dos décadas.

Había mucha esperanza de que Kılıçdaroğlu pudiera obtener más del 50 por ciento del voto y así evitar una segunda vuelta. Su contrincante había cometido graves errores: no sólo las decisiones heterodoxas de política económica practicadas por Erdoğan han causado la devaluación de la lira y la pérdida de reservas en el Banco Central, sino que la impericia con que su gobierno enfrentó el reciente terremoto que aquejó a Turquía le han ganado la animadversión de mucha gente. Sin embargo, el candidato opositor no pudo ni siquiera obtener más votos que Erdoğan, quien, sin embargo, tendrá que enfrentar por primera vez a un opositor en una segunda vuelta.

Muchos ven en esta elección la posibilidad de que Turquía recupere su modelo democrático, liberal y laico, prefigurado por Kemal Ataturk desde 1923, y que fue vulnerado por el viraje de Erdoğan hacia un modelo islamista y autoritario.

Algunas lecciones del proceso electoral turco son importantes para México. En primer lugar, en lo que se refiere a la unidad de la oposición. A pesar de no haber derrotado al grupo autoritario en el poder en Turquía, los seis partidos de oposición se mantuvieron unidos y eso les permitió ser competitivos y tener oportunidad en una segunda vuelta. Sin este acuerdo político, Erdoğan y su grupo habrían arrasado en la elección.

En segundo lugar, tanto en Turquía como en México las opciones son dos: o mantener un régimen que ha probado ser autoritario, anti-liberal y antidemocrático o elegir una nueva ruta hacia un régimen constitucional, republicano y liberal.

En tercer lugar, hay una lección geopolítica esencial. Muchos historiadores concuerdan en decir que el cambio hacia el islamismo autoritario preconizado por Erdoğan ocurrió en los hechos, de manera simultánea al rechazo a la incorporación de Turquía como miembro de la Unión Europea.

En México podría ocurrir algo similar si Estados Unidos y México no acuerdan una profundización en sus relaciones bilaterales. En su libro El Choque de Civilizaciones, publicado en 1996, el politólogo, Samuel P. Huntington, sugirió que México se enfrentaba a un dilema no sólo geopolítico sino espiritual: mantenerse dentro del bloque de América del Norte y, por lo tanto, aceptar la democracia liberal de corte occidental como destino o retraerse en su ensimismamiento tradicional. El caso de Turquía no debería dejar dudas sobre las decisiónes que debemos hacer los mexicanos, empezando por la elección presidencial del 2024.



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