México sin ciencia

La formación de talento científico es condición para una economía con alta creación de valor que impulse un desarrollo integral. Sin embargo el gobierno sigue disminuyendo el apoyo a la ciencia.

La sociedad del conocimiento fundada en las grandes transformaciones tecnológicas y científicas de la cuarta revolución industrial ya está con nosotros. Es cierto que apenas se encuentra en su primera etapa pero, los cambios vertiginosos que se operarán en el futuro cercano, transformarán nuestra civilización de una manera inédita.

Aunque sería conveniente que los beneficios que traerá fueran más o menos uniformes a lo largo y ancho del planeta, lo cierto es que las naciones que no estén listas para gestionar los nuevos cambios se quedarán atrás en términos económicos, políticos, sociales y culturales.

El mundo incursiona, desde hace tiempo, en la era de la inteligencia artificial, la computación cuántica, la nanotecnología, la hiper-robótica, la ingeniería genética, la exploración espacial, la revolución de los materiales, el internet de las cosas, el blockchain, etc. Todos estos nuevos paradigmas requerirán de destrezas científicas, matemáticas, ingenieriles para estar a la vanguardia de los cambios por venir. Por ello se requiere del impulso a la educación, desde la básica a la más especializada, que permita a México al menos reducir su brecha tecnológica actual. 

Lamentablemente, justo en este momento, a nuestro país lo gobierna el régimen más anticientífico quizás de la historia. La frase anterior no es una exageración: el presidente mexicano es el único del que tengamos memoria que ha criticado a los científicos por ser científicos. No sólo eso: su gobierno ha perseguido académicos, ha liquidado fideicomisos destinados al impulso de la ciencia y la tecnología, ha acosado universidades que no le gustan, como el CIDE, ha impulsado tecnologías de baja intensidad y no las de vanguardia, ha reducido presupuestos para la educación y eliminado las políticas anteriores de promoción de la educación en el exterior.

Esto último es crucial, ya que recientemente se ha anunciado la reducción, aún mayor de la que existía, de las becas para estudiar posgrados en el exterior. Esto es un error monumental, pues precisamente hoy es cuando México necesita aprender de los desarrollos científicos y tecnológicos que ocurren en los principales centros del conocimiento mundiales. Si algo debe hacerse es exactamente lo contrario de lo que pasa. Imitando la experiencia de los Meiji en el Japón de finales del siglo XIX, México debería lanzarse a asimilar el conocimiento en qué se funda la cuarta revolución industrial. Para ello necesitamos que nuestros académicos, científicos y estudiantes entren en un diálogo fructífero con sus pares en otras latitudes. Un México abierto al mundo es una proposición muy superior al México cerrado que nos está endilgando el actual régimen. Pero, por razones diversas, sabemos que el presente modelo autárquico no puede funcionar, pues sabemos que México es más grande que eso.

Compartir en:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp

Otras publicaciones