Lecciones chinas | Gustavo de Hoyos

La expulsión pública de Hu Jintao significa la entronización de Xi Jinping como un autócrata con una nueva versión personalista del poder.

Artículo escrito por Gustavo de Hoyos Walther

Millones de pantallas de televisión exhibieron la misma imagen en todo el mundo: el antiguo líder chino, Hu Jintao, quien alguna vez ocupó la máxima magistratura de su país, era exhortado, presumiblemente por un miembro de seguridad, a abandonar el Gran Salón del Pueblo, mientras Xi Jinping, Presidente de la República Popular China y Secretario General del Partido Comunista, contemplaba el espectáculo con cierto deleite.

Expertos en la política de la segunda economía más grande del mundo han escrito que este espectáculo no es algo común en la etiqueta y protocolo del Politburo chino. A pesar de que el régimen es indudablemente uno de los más autoritarios en el mundo, la élite china se había sabido manejar, dentro de lo posible, con un cierto esprit de corps.

La significación de la expulsión pública de Hu Jintao es obvia para culaquier observador medianamente conocedor de la política: la entronización de Xi Jinping como un autócrata con una nueva versión personalista del poder.

La coronación de Xi no es reciente y se ha tratado más bien de un proceso que ya lleva tiempo en maduración, pero que ha adquirido su mayor intensidad en los últimos días.

Rápidamente los mercados financieros reaccionaron de manera negativa y el índice Hang Seng de Hong Kong cayó 6.4 por ciento el lunes pasado.

Al parecer, los inversionistas no han recibido con agrado las noticias de un nuevo cuasi emperador decidiendo despósticamente desde Beijing. La calidad autocrática del liderazgo político en China ha significado también el intento de monopolizar la economía y sabemos de las tentativas por debilitar grandes empresas privadas como Alibaba, con el fin de administrarlas, o al menos controlarlas, desde el poder central.

La lección china debe ser tomada muy en cuenta en México. En ambas naciones está ocurriendo simultáneamente un proceso de centralización del poder que es muy preocupante para los partidarios de la democracia liberal. Ambas involuciones democráticas suponen la creación de una cultura que promueve el culto al líder y, por lo tanto, la intolerancia política.

Artículo escrito por Gustavo de Hoyos Wlather

En ambos países también se están poniendo en práctica políticas económicas que ahuyentan la inversión. Esto ya ha afectado a la economía china que, aunque vigorosa, ya está lejos de tener los índices de crecimiento que solía tener apenas hace unos años. El caso de México es aún más preocupante. El país terminará el sexenio sin alcanzar siquiera los mediocres índices de crecimiento que lograron los regímenes de la transición a la democracia. Y en cambio, la inversión se encuentra deprimida por la fragilidad agravada del estado de derecho.

La verdad sea dicha, las autocracias han fracasado donde quiera que han obtenido el poder. Esto tiene su explicación en el hecho palmario de que el mercado es un orden espontáneo que funciona mejor sin la intervención de decisiones centralistas. Lo anterior no significa que los movimientos de los mercados lleven siempre a las soluciones óptimas, desde el punto de vista de la justicia o de la igualdad.

Pero este y otros desafíos deben discutirse en forma ilustrada y no prejuiciosa, con criterios incluyentes y no exclusivos,  en el seno de las instituciones republicanas. Las decisiones deben ser producto de la deliberación y el consenso, y no deben responder a la decisión de un caudillo o líder carismático. Esta es la razón principal del fracaso de los autoritarismos de cualquier signo: en algún momento la ciudadanía despierta del letargo y se da cuenta que ella misma, y no un guía iluminado, debe decidir sobre su destino.

Por todo esto el eclipse del autoritarismo obradorista llegará pronto. Los mexicanos no estamos lejos de ver nuestro amanecer.

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