La manipulación de la pobreza

Antes que nada hay que ser claros en algo: el clientelismo es una forma de manipulación política.

Antes que nada hay que ser claros en algo: el clientelismo es una forma de manipulación política no democrática ni republicana. Se trata de utilizar a grandes franjas de la sociedad, normalmente las más depauperadas, como instrumentos para fines particulares.

Esto va en contra de un principio ético fundamental: que todos los seres humanos deben ser vistos como fines en sí mismos y no como medios para otros fines.

En sus recientes comentarios en su circo mañanero, el Presidente López Obrador dejó claro lo que muchos ya sospechábamos: que nunca le ha interesado mejorar la vida de los pobres, sino sólo utilizarlos para ganar elecciones. El hecho de que lo haya dicho
con todas sus palabras a los cuatro vientos sólo evidencia su cinismo.

Ahora está mucho más claro el uso que hace de la política social. Está mucho más claro porque recientemente aumentó sus dádivas a los ciudadanos y ciudadanas mayores de edad, a quienes hace pensar que le deben esos apoyos al Presidente.

Con sus dichos además está violando principios constitucionales de acuerdo con los cuales los programas sociales no se pueden utilizar para fines políticos o electorales.

Es claro ya para quien quiera ver que el obradorismo no busca, como debería ser el caso, que los pobres dejen de ser pobres y logren trascender esa condición. Al contrario: estructuralmente el obradorismo necesita, no sólo mantener sino aumentar la pobreza del país. Y en esto ciertamente ha sido exitoso, pues con él esta ha aumentado significativamente, de acuerdo con datos del propio gobierno.

Lo que es más, de acuerdo con un “método integral” creado por el académico Julio Boltvinik, 8 de cada 10 mexicanos sufren algún grado de pobreza.

Lo que también confesó el Presidente fue que le ha declarado la guerra a la clase media, pues ella – como también lo sugirió – no es manipulable y piensa por sí misma. No fue curioso que mencionara también a los intelectuales (académicos, científicos, educadores, tecnólogos) como un sector al que no le interesa ayudar.

Esta guerra contra la clase media no sólo es retórica: una gran franja de ella ha descendido en la escala social. Esto es, su nivel de vida ha sufrido un deterioro significativo en los cuatro años de este gobierno. Su acceso a educación de calidad, a servicios de salud que funcionen, a posibilidades de esparcimiento, a la seguridad de su patrimonio se han achicado de manera dramática. Muchos miembros de este sector que apoyaron al obradorismo han, por fortuna, cambiado de opinión en tiempos recientes.

López Obrador exige una sociedad dócil a sus directivas y a su voluntad y no ciudadanos críticos y modernos. Su proyecto es oscurantista y por ello es antidemocrático. También ha sido una fábrica de crear pobreza. Es tiempo de ponerle fin.

POR GUSTAVO DE HOYOS WALTHER [NOTA]

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