Incapacidad | Gustavo de Hoyos

Artículo escrito por Gustavo de Hoyos Walther

Uno de los pilares del desarrollo económico mexicano en los últimos lustros fue la decisión histórica que tomó México, a mediados de la década de los noventa del siglo pasado, para integrarse en el bloque de América del Norte.

No hay duda de que México se ha beneficiado de ser parte de un mercado que incluye a Estados Unidos y Canadá. 

Como resultado de este viraje, las transformaciones mayores no fueron económicas, sino culturales. Los mexicanos aprendieron nuevas formas de trabajo de sus vecinos del norte y también contribuyeron con su propio genio y mística, a ampliar los horizontes del entendimiento norteamericano más allá del Río Bravo.

Es precisamente esta cultura común la que el obradorismo busca debilitar. ¿En qué se fundamenta esta cultura común? La capacidad de trabajo de los mexicanos ha dado al traste con la imagen del mexicano durmiendo bajo un nopal. 

En su Laberinto de la Soledad, Octavio Paz termina diciendo que los mexicanos ya somos contemporáneos de todos los hombres. Quería decir que, al abrirse al mundo, los mexicanos sabían que eran como todos los demás. Casi medio siglo después de esta idea del literato mexicano, el Tratado de Libre Comercio de America del Norte le dió la razón: México era capaz de competir de igual a igual incluso con la potencia económica más grande del mundo. Con el TLCAN al que sucedió el TMEC, los mexicanos dejaron de verse al ombligo y se lanzaron a la conquista del mundo. Quizás se pueda entender al obradorismo, al menos en parte, como un intento infructuoso de regresar a México a la autarquía, donde el mexicano es considerado incapaz para abrirse al mundo o competir a partir de sus habilidades. 

Así podría entenderse el dicho de López Obrador de que él le daba un 90% de importancia a la lealtad y sólo 10% a la capacidad para hacer bien el trabajo.  La tragedia gubernantal mexicana de los últimos años,  radica en buena medida, en que el Presidente de la República ha llevado a la práctica su idea. 

Es sabida la  forma en que puestos de importancia estratégica en el gobierno federal han sido ocupados por personas incompetentes, que con sus malas decisiones han causado graves problemas a la población. Los ejemplos son del tamaño de una enciclopedia: el desabasto de medicinas, el desastre de la inseguridad, el desfalco de fondos para catástrofes, el desmantelamiento de organismos autónomos, la reducción drástica a presupuestos para la educación superior, la ciencia y la tecnología, y son sólo un puñado de casos que han hecho mucho más difícil la vida de los mexicanos.

Las dos Secretarías más importantes para la economía mexicana, la de Hacienda y la de Economía, han tenido tres titulares cada una en lo que va del sexenio, y pareciera que cada uno de los que se nombran es menos capaz que el anterior. 

Los recientes cambios  – sobre todo el de la subsecretaría de Comercio Exterior – en la Secretaría de Economía han seguido este desafortunado patrón. No es casual que esto esté preocupando al sector empresarial, en particular, y a la sociedad mexicana, en general. 

Los cambios ocurren en un momento complicado en la relación de los tres países de América del Norte, cuando estamos ante un proceso de consultas del T-MEC, producto de un litigio comercial entre México y sus dos aliados económicos, provocado por los cambios en la legislación y acciones de gobierno en materia de energía.

Esta transformación cultural que trata de promover López Obrador y que consiste en disminuir los estándares de calidad, no sólo en el gobierno, sino en otras partes, es uno de los principales perjuicios que está causando el obradorismo a México.

Las buenas noticias es que el fin del sexenio obradorista está próximo, y con ese capítulo cerrado, México ingresará a una senda llena de posibilidades. De eso no hay duda.

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