Hay un gigante silencioso que es la fuerza política más poderosa. Es un gigante que aguarda impaciente el llamado de la oposición. Es un titán que se plantó frente al régimen autoritario, ante el cual los partidos opositores se mostraban vacilantes.
El mismo que logró arrebatar al oficialismo el monopolio político de la Ciudad de México. Es el coloso que reconstruyó los contrapesos legislativos. Ese que rompió el silencio y sorprendió, llenando las calles en noviembre para defender la democracia. El ejército que no está en los partidos ni sigue a sus dirigentes. Ese gigante es la sociedad civil.
El hecho que PAN, PRD y PRI hayan acordado refrendar la alianza para las elecciones de 2024 es una acción positiva pero insuficiente. El polo opositor debe incluir a MC. Todos los partidos no alineados al autoritarismo deben agruparse.
La alianza opositora es total o es incompleta. El propósito justifica la generosidad política y la superación de cualquier agravio.
Más allá de la relevancia táctica de los acuerdos partidarios, lo más importante es reconocer que aún reunidos todos, no pueden solos. Los partidos en la oposición han fallado en el pasado a la sociedad. Millones sentimos agravios por sus faltas.
Con frecuencia han velado por las prerrogativas de la elite partidaria sin representar los intereses genuinos de la sociedad.
No hemos olvidado la corrupción y frivolidad de muchos de los representantes que postularon. Aún recordamos con pesar la ineficacia e indolencia de varios de
los gobiernos que organizaron. En esa coyuntura de inconformidad fue en la que López Obrador construyó el mito de que Morena era un movimiento transformador de ciudadanos. En realidad, ese partido reproduce los peores vicios de la política del siglo XX.
Por eso urge que las dirigencias de los partidos opositores se den cuenta de que la sociedad exige hoy más ciudadanía y menos políticos. Es un grave error organizar una coalición de partidos, olvidando la construcción de la alianza que más necesitan y que debe ser con la sociedad civil.
Los acuerdos anunciados no han planteado la posibilidad de que los ciudadanos sin militancia partidaria y las organizaciones que los aglutinan, participen de forma determinante para la definición de candidaturas y sus miembros puedan ser postulados.
Los ciudadanos sin partido rechazan los acuerdos cupulares que dejan fuera a los liderazgos apartidistas que se han construido en la sociedad defendiendo sus causas: la salud, la integridad, la educación, el medio ambiente, la igualdad sustantiva y la diversidad.
Personas con prestigio, respeto y admiración colectiva que representan a los ciudadanos desde lo local y hasta lo nacional.
Para derrotar a Morena se requiere postular a través de procedimientos certeros, incluyentes, abiertos y parejos, a las y los mejores. Esas candidaturas no se encontrarán desde la cúpula partidista. No aparecerán en listas sectarias elaboradas en el sigilo.
Se construirán seleccionando con apertura e incorporando a todos: a los más calificados y probados perfiles de la clase política, sumados a los más representativos e inspiradores integrantes de la sociedad civil. Las candidaturas, desde la Presidencia y hasta las regidurias, requieren de esa dualidad: reconciliando el pequeño mundo de los partidos con el gran universo ciudadano.
Rumbo al 2024, depende de los dirigentes de los partidos, pero sobre todo de la ciudadanía, si el coloso ciudadano se alza con toda su fuerza y poder para derrotar al oficialismo. Es indispensable darle a México las mejores candidaturas, con la legitimidad de la definición y el escrutinio ciudadano.
Los partidos opositores deben entender que no van a ganarle a Morena de espaldas a la sociedad. Que solos, la aplanadora oficialista, con el poder y sus recursos, les pasará por encima.
Solos, no les alcanza. Allí está el gigante impaciente y listo para ganar la batalla a su lado. Hagan que se levante o cargarán con el peso del fracaso ante la historia.