¿Con qué fin el presidente López Obrador insiste en hacer nombramientos de personas sin trayectoria, a las que coloca en puestos de gran responsabilidad?

Desde su fundación en 1925 por el presidente, Plutarco Elías Calles, el Banco de México se ha encargado de establecer los mecanismos para mantener la estabilidad monetaria del país y servir de núcleo en el sistema financiero mexicano. Famosamente en la década de los 70, el presidente, José López Portillo, dijo que la política económica, incluyendo la monetaria, se trasladaría a Los Pinos. Como dijo en su momento Gabriel Zaid: así fue y así nos fue. La economía mexicana atravesó por lo que se conoció como la espiral inflacionaria, lo que llevó a una situación que recuerda a la Argentina de hoy. Es doloroso recordarlo. Poco a poco, sin embargo, se fue llegando a la conclusión de que sólo con un Banco Central alejado de las veleidades de la política sexenal, se podría mantener una moneda estable.

Así se llegó a la decisión histórica en 1994 de convertir al Banco de México en una institución autónoma. Este fue uno de los grandes logros de los gobiernos de la transición y no debe escatimarse el valor de esa decisión.

Es reconocido por tirios y troyanos que un Banco de México autónomo ha sido una pieza central en el andamiaje del sistema financiero mexicano.

Antes del arribo al poder de López Obrador, había sinceras dudas sobre si el nuevo Presidente respetaría la necesaria autonomía del Banco de México. A pesar de continuos amagues desde la mañanera contra la máxima institución financiera del país, lo cierto es que los nombramientos de dos destacados economistas, Jonathan Heath y Gerardo Esquivel, como subgobernadores fueron dos magníficas designaciones de gente profesional y competente.

No obstante, como se ha sabido, Esquivel abandonó el puesto para regresar a la academia, debido a diferencias con el presidente de la República. Su encargo terminó el 31 de diciembre de 2022 y aún no se ha designado a su reemplazo. No obstante, la Secretaría de Hacienda, por órdenes presidenciales, nominó ante el Congreso de la Unión a Omar Mejía Castelazo para ocupar el puesto de Subgobernador del banco central en sustitución de Esquivel. Después de haberse aprobado este nombramiento en la Tercera Comisión de Hacienda de la Comisión Permanente del Congreso por 10 votos a favor y seis abstenciones de la oposición, la propuesta pasó al pleno de la Comisión Permanente, donde, ayer supimos, se hizo oficial la designación.

La verdad sea dicha, el perfil de Mejía Castelazo palidece frente a los de Heath y Esquivel. En el mundo financiero se le ve como alguien falto de experiencia y preparación. Es cierto que lo mismo se dijo de la actual gobernadora del Banco que, sin embargo, no ha hecho un mal papel. Preocupa, sin embargo, que el Presidente insista en hacer nombramientos de personas sin trayectoria, a las que coloca en puestos de gran responsabilidad, parecería que para poder manipularlos a su antojo.

Es muy grave que esto suceda en el Banco de México, cuya responsabilidad en la vida económica del país es fundamental. Y más grave que este debilitamiento de las cavidades técnicas y experiencia en la Junta de Gobierno, ocurran en un momento de especiales complejidades internacionales en el ámbito financiero.

Esperemos que el presidente de la República no haga buenos los pronósticos de que radicalizará sus posiciones intransigentes y menos que lo haga poniendo en peligro la estabilidad macroeconómica del país. Pero si lo intentara tiene que saber que la sociedad civil organizada no se quedará callada e inmóvil.

El Financiero

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