La pandemia causó una baja generalizada de la esperanza de vida en todo el mundo, pero en el caso de México la caída fue una de las más pronunciadas.

El obradorismo ha logrado algo que parecería imposible: en sólo cuatro años ha hecho que la esperanza de vida de los mexicanos haya disminuido de 75 a 71 años, de acuerdo a un reporte de la OCDE. Esto es un agravio impresionante e inédito en la historia del país. Pongamos la situación en contexto. Por siglos la humanidad mantuvo más o menos la misma esperanza de vida. No fue sino hasta el arribo de la Revolución Industrial que, a raíz del desarrollo científico y la innovación tecnológica en materia de salud, la esperanza de vida pudo aumentar en todo el planeta, aunque en unas naciones más que en otras. El caso de México no fue la excepción.

De acuerdo con datos del INEGI, tras el fin de la Revolución mexicana, la esperanza de vida aumentó consistentemente. Si en 1930 las personas vivían en promedio 30 años, en 1970 la cifra subió casi al doble, al ubicarse en 71 años, la cual subió en el año 2000 a 74 años y en 2019 la cifra ascendió a un máximo histórico de 75 años.

Alguien podría argumentar que la pandemia causó una baja generalizada de la esperanza de vida en todo el mundo. Pero en el caso de México la caída fue una de las más pronunciadas. De acuerdo con datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, México fue una de las ocho naciones en todo el planeta donde la esperanza de vida disminuyó al menos cuatro años.

Ni siquiera los más pesimistas pensaban que algo así podría suceder en México. Se trata de una involución civilizacional de dimensiones colosales que tardaremos tiempo en asimilar. La razón de esto es palmaria: el presidente y su grupo desmantelaron un sistema de salud que, aunque lejos de ser ideal, había mantenido un mínimo de seguridad médica a grandes franjas de mexicanos. Este desmantelamiento no fue sustituido por algo mejor. Se trata, sin duda, de una agresión directa por parte del gobierno hacia los sectores más desprotegidos pero también hacia la clase media. A esto se debe agregar, indudablemente, el empeoramiento de las condiciones de inseguridad que vive el país.

Escribo esto desde el asombro que espero compartan mis lectores. Si este hecho fuera asimilado por la población, el enojo ciudadano sería enorme y la imagen del presidente estaría por los suelos. Es necesario que los medios de comunicación y la ciudadanía organizada comuniquen con mayor eficiencia esta información.

Es necesario también que los posibles candidatos que se opondrán al régimen propongan soluciones reales a este enorme problema. Por mi parte, creo que se necesitará la conjunción del sector público y del privado para desarrollar un plan global que transforme de manera revolucionaria nuestro sistema de salud. En próximas columnas hablaré más al respecto. Mientras tanto, apreciemos la dimensión del retroceso en todo lo que significa.

El autor es abogado y cofundador de Sí Por México.

[El Financiero]

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